lunes, 24 de mayo de 2010

dijo coercitivo

Casi cuatro. Un frio infernal (solo uno) me deforma el hombro izquierdo hacia arriba. Nunca puedo dormir y entonces viene Peter Berger a relatar media madrugada de hace dos días conmigo misma vuelta zombi casi literalmente peleando contra el insomnio y la teína desde hacía más de nueve horas corridas por una tortuga ingresando a mi pequeño organismo, vital para mi día a día, que por cierto creo ya ni tengo. Bostezo como un caballo. Ahora se ha vuelto mucha la comparación animal asique procedo a leer un pobrísimo mensaje de texto que me da igual, para palabrear sobre lo urbano ya que estamos. Un mar de ropa a la derecha digo por tanto hoy escuché como cinco veces en menos de una hora la palabra bucear, dato redundante pero palabra que no escucho hace más de un año creo (o no sé, no recuerdo bien), pero antes de meter todo el mar en una bolsa de consorcio preferiría bajar veinte veces las escaleras de mi casa, salir corriendo al mar sin frenar hasta estar dentro, repetir esto unas treinta veces más y después trotar hasta la casa de la cultura a hablar porque no es posible cierto dinero para azules y sabe quien cuantos sinónimos mas mi padre diría. El que no es biológico. Se llama memoria selectiva me dijeron. Tampoco era la idea, nos cagaron. Serían como tres pájaros de un tiro por no decir más porque el tres me sienta bien. No, la verdadera razón. No tengo ganas. Bostezo de nuevo. No tengo ganas porque es muy tonto el hecho de interactuar con pedazos de tela y guardarlos para que queden bien, dentro de un cajón. Dentro -de un- cajón. Lo que quiere decir, dejarlas bien para que nadie las veas, y nadie las use. Bostezo. Digamos que si uno dice almuerzo, otro se entusiasma mientras otro otro se calla y se ve que par de humanos carecen de códigos sociales esenciales para evitarme esto que ponele que no me pasa y el celular suena y yo digo que basta. Qué me importa. Andate con tu mamá hablando justo de, todavía me perturba el asco escénico de dicho film en el cual estas mujeres se tiran como si nada. Las tiran. Me parece que dibujé un pez en una pared y lo dejé medio muerto también. Lo que pasa es que todos los colores dan más vida a todas las cosas y yo no sé bien como es esto de las puntas, solo recuerdo a esas que me fracturaban el pie de manera terriblemente angustiante que creía hasta la madera me lloraba que basta. Qué necesidad la de desmayarse por tanta aguja diría ahora. Nunca. Hoy califican como frustración actualmente fuera del alcance de mi más mínimo interés o preocupación alguna. Me pongo mi Montgomery dicho por un algarrobo que por cierto vi ayer porque todavía hace frío. Es esa ventana maldita que como que escupe todo el aire (pero solo el frío) de afuera, del estomago de algún loco o poco me importa de dónde ciertamente no veo que respire. Dije loco porque una vez uno en una esquina en un semáforo en mi brazo en mi oído en mis ojos. Me dio frío, ahora hace frío. Es bordó, me lo regaló mi padre (he dicho) no biológico, el que me dice que el sistema no sirve y que si ocupo una casa está todo bien. Hablando de, no entiendo bien aún esto de estas cosas asi tan asi que uno o dos dedos y un pedazo de Jamaica más una campana una lechuza un mono y el hermano de (tal) Jamaica desparramados a mi vista periférica de (tal) manera que ahora yo. No entiendo nada. Pero tengo sentido de orientación mundanal, por ambos ojos, capitán.
Bastante simple la verdad.

1 comentario:

  1. Más que describir, fascina el uso del número. Saber que el todo es reemplazable, y que de fondo dan lo mismo, eso es un bonito conocimiento.
    Vestí tu ropa. No al revés.

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