lunes, 24 de mayo de 2010

Libaldías llanto medio.

Se sienta a la ventanilla como suspiro de rama al cielo violáceo, por todas las hendiduras nubonales. También hay rosas en este cielo. El sol pequeño como un punto de témpera radiante entre otras pinceladas que (si bien así sea) solo parecieran desprenderse poco a poco desde su alma al ocaso en el borde del camino. Libaldías llanto medio como vacío de tan pequeño que hasta el pasto lo insignifica al resto mundano cómodo de su existencia a estas instancias de boca de bostezo que lo tragan por completo justo por debajo del aire. El mundo siempre duerme y los ojos bien saben (hasta qué). Pero vuelve la sangre. No más en tal garganta cuando se revuelve entre dichas venas primaverales que si mal no recuerda, escarcharon desde la rama al pasto el suspiro al pulmón que recibe su partícula de aire mal oxigenada estremecida en el tiempo lineal al paso de su pequeña alma como vacía que se deshace esparcida, en ciertos colores, al centro radiante por sobre el borde del camino que se hace ocaso, lento en la ventanilla, que se hace espeso que se hace lumbre que se hace letra por dedo en el vapor del vidrio . Suspira como árbol para deinsignificarse, acentuando solo el aire de nuevo por sobre sus alrededores corporales que lo suavizan como flujo de colores invisibles (Pero los ojos saben). Observa minuciosamente el trazo del siguiente día por ciertos pálpitos a ciertas horas a ciertas brisas desplegadas como rocíos memoriales cosquilleando el cuero cabelludo justo en el lugar de la nuca. Seca sus lágrimas físicas con la cabeza hacia abajo apoyando la yema de sus dedos por sobre los párpados mojados, aún cargados de ríos ocasionales que (si bien no), fí sica men te rebalsan el resto de su cuerpo aéreo que usted no puede ver. Ah (no todos) pero. Los ojos saben. Bien saben qué.

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