martes, 22 de junio de 2010

Hablo mucho y poco tiene sentido porque es demasiado tarde quiero dormir no puedo dormir rindo en pocas horas y entonces cuando no duermo. Escribo.

Me toca con la yema y se desliza. Me calla porque me dice algo puede hablarme bajito si respiro esta calma. Y cerramos los ojos para decirnos que hay un paisaje dentro del humo que nos rodea. Un algo que se derrite en el viento, o una mañana recostada como un camino que nos lleva a lugares donde ya estuvimos antes y se da vuelta para ver. Nos ve como unas sombras a la par del río que nos sueña. Porque ahora somos solo deseo del agua que duerme por siempre si el cielo nos respira en su reflejo. Nos enseñamos el nombre de las cosas que sabemos del universo que se nos cae en Julio para recordarnos siempre. Habla de medicinas y de luces como si la diferencia marcara que cada uno despierte a su ritmo de vela temblando al momento antes de respirarle encima. También pude que haya huesos y piedras entre cada frente posada al frío, vemos todo, pero a estas instancias de nosotros mismos las cosas se ven demasiado lejos. De repente un invierno por la garganta cree en un Dios que pare el mundo para escucharnos mirar hacia abajo del dolor que causamos al mundo mismo por naturaleza de ser así tan nada. Un reino paralelo nos desenvuelve por dentro para ulular esta forma de volarnos a cualquier sol que piense que somos un poco valientes para permanecer con los ojos abiertos a su piel rodeándonos el cuello. Sé que te sigo. Y cuando es de noche me pregunto si es posible que haya algo cierto que me lleve a mí. A donde ya habré estado creo pero me cuesta demasiado reencontrarme cuando han pasado ciertas horas y todavía me acaricio una mano con la otra mano como si no fuera mía y tal fuera entonces la sorpresa de pensar que estoy viva. Que me aleje de todo si quiero volver al agua, una carta me dice que me conozco mejor cuando se me cae algo del labio donde un dedo me sostiene como si realmente pudiera verte dormido al otro lado de esta ciudad, como si mañana pudiera despertarme y morderte un hombro o decirte qué tan rosa es una rosa, qué tan triste se ven por ahora las alas de las cosas, qué tan qué. Que no sé muy bien, pero. Todo se cayó tan suave que no siento si tengo que irme o todo es tan en vano que lo mismo sería si me subiera al próximo desenfreno para enroscarme hasta sacarme un diente. Y cada cosa que parece volar es en realidad cualquier alucinación de una mente lejana. De un hueso enterrado. Te apunto como una noche enferma, una hoja de luz, y el cielo no nos escucha ni por sus bordes (ni por los ojos) ni por los pies. Podríamos pararnos por siglos con la cabeza baja y las manos entre las manos bajo la dulzura de una nube apagada sintiendo un poco si la noche tiene peso y qué tanto podría adentrarse para hacernos pensar que somos uno ante cualquier caso tan superior. Somos mínimos. Necesitamos esto para saber si realmente hay una luz, y de dónde vendrá. Somos una piedra. Una piedra con una luz adentro. Nos respiramos y nos ofrecemos a ser nada, a morirnos simplemente mientras te tenga diciéndome un paisaje por los dedos. Se precipitan como silencios de la mañana en la garganta de nuevo. Soplo con los ojos cerrados como ahogando el sonido de cualquier abandono de mí. Son cables que se enredan y nos recreamos por admiración al brillo de la caída profunda. Y en el momento en que nos dormimos temblamos terriblemente como si fuéramos a despertarnos sin habernos conocido nunca. Tengo un cuerpo entre los árboles dentro de un ojo y sé que no sos vos. No quien está entre revistas preguntando por el viento del norte recortando cierto barro que cubre un par de pies donde en algún lugar las visiones se enferman de sombras que no pararían de empolvar a gritos esto que te quiero decir. Por qué. Esta manera de tragar una luna entera de tristeza que tiembla frágil continuamente. Esta locura llamándote a tierra firme por qué. Habla de sangre. Digo mares. Habla de líneas que son vidas reposando a la letra del sonido. Siete meses fuera para ser día. Comprobamos cuán intenso el borde del agua en la cara de la sombra, de ambas madres, nos escuchan como si fuéramos un nombre. Repetimos nuestros nombres. Nos golpeamos para conseguir algún deseo que nos motive a ser. Y no somos. Ni desde la altura del vuelo. No más que cansancio arrastrado a morirse. (¿Vas a esperarme?) y él reina sintiéndose reina y el mar donde el mar creía liberarse de blancas esencias desplegándose como telas holográficas, y tu pobre alma acá. No habría cielo que te despierte si tuvieras un corazón oculto que canta. No sería para nunca. Serían cosas que hablan y que se explican desde el pelo al grito, una locura bastante fresca. Agarrando un poco de humo como si fuera un juego se acabó, hasta el fuego se fue a la ropa como si respirara en las manos. Choca contra algún dedo asomándose a lo que pueda llegar a ser desde la raíz. Gentilmente el rio se retuerce en una cuerda y me pregunto si habría de cortarse con algún retraso de emoción en estos momentos tan cruciales a su memoria. Por si interesa, la memoria del río no es ni más ni menos que un pez insomne. Nada descansa y dije Juan no estás solo, somos todos como semillas plantadas para ser vistas como mueren hasta que alguien canta desde su tumba. Sobre algunas cosas como sería el rocío o podemos también hablar del sol como si supiéramos o pensáramos que realmente nos abriga. Pero todo fuego comienza a moverse y entonces ahora me pregunto por qué vomitarías canción alguna que escuches como un pájaro en el pecho. Soy feliz. Pero no podemos vernos tan alto, tanto tiempo. Tengo una visión pero deberías soportar que agonice hasta que la noche se apague completamente para acariciarte desde la palma. Necesito enceguecer para ser un poco más agua, sé que en este momento si hubiera ventanas dónde realmente deberían estar, sería un tiempo de nieve sobre cualquier ser desnudo que esté despierto. O lo que sea mío lo que sea tuyo por un tiempo u otro para no irnos por la mitad. A veces no tenemos a donde ir y acostumbramos a dormirnos como si nos amaramos. A dónde estamos. A media palabra entre escalofríos para resucitarnos. Sobre algo que late. Al lado de un árbol, nos lleva a pequeños sonidos a tenerlo todo. Digamos, todo. Y nos detenemos en la puerta para irnos realmente. Entonces dice que nunca estuvo que tan adentro podría llegar solo por el vuelo de alguna cosa otra como podría ser este desvelo o no. Pero ni más ni menos, con los dedos en la sien. Todo se va y todo se mueve y por qué. Me pregunto por qué era el último paso a los huesos. Nada podría llevarse mi sombra si me cultivo desde el llanto, como una luz pequeña ahogada por simple corteza de algún pensamiento nocturno, un desierto con un zapato, la delicadeza de la lluvia sobre el fuego justo en el tímpano. No sabemos pero inventamos como reírnos de la madrugada que nos muerde los talones tan así (tan). Ya no sé cómo funciona esto de donde vengo ni cómo fue que apareciste para que pueda verme mejor. (Y entonces). Nos detenemos a pensarnos como si realmente nos amaramos. Y nos vamos a dormir.

3 comentarios:

  1. Se puede despertar y decir que tan rosa es la rosa, pero como se entierra el diente
    eso sólo Julio
    (por ahora)

    ResponderEliminar
  2. Interesante el cómo (estilo?¿)y el qué de lo que escribís, que acaso no tenga por qué ser dividido así. Me recuerda a una suerte de género literario que se denomina "flujo de consciencia"; aunque la palabra 'consciencia' suena algo fuerte y limitativa; lo emplean sobretodo James Joyce y Clarice Lispector e incluso Cortázar en un cuento en particular, pero ahora no recuerdo su nombre. Aunque lo tuyo es algo más caótico por libre, claro. Muy copado!! Puán?¿, Lean =P

    ResponderEliminar