martes, 16 de noviembre de 2010

Call to you across the sky

Lo más frío en mi haber el estar el no dormir el rondar y palidecer a cada golpe de silencio en el exhalo al abrir los ojos con la sien en la garganta y la sangre tan ausente y saber el no poder ni soportar el no dar más. Estar sin querer amanecer sin querer levitar ahogándose en el cristal de la llovizna corrompida por el horror que avanzaba como un fuego de delirios desde la memoria sobre los parpados habiendo envuelto el llanto en este mismísimo aire petrificado en el cuerpo del mediodía puro que mastico y trago, veo que en medio de una plaga descontrolada está desesperado, Terriblemente desesperado de un dolor que se hace presente como la bruma, y se dice invisible en el susurro de una mujer muerta de alma y un niño que la sostiene entre sus brazos frágiles de nada. Parece quedarle tan solo un pequeño aliento de partida de fuga de antaño atado en sus ojos, Que a mí me pareció al verlos tenían gusto a un mar extraño encerrado de impreciso inmerso en una herida inmensa que se desplegaba tal cual una pluma levitando delicada sobre una piedra ahogada de muerte. Y desde arriba como si la garganta ya no pudiera más contra la espera del caparazón de un sol animal lejano al horizonte enegreciendo conforme la hora exacta se consumía estática entre lo ávido y lo prematuro, Yo pedía por todos mis gritos en el silencio más violento que pudiera haber creado mi más profundo Dolor de oleaje atraído por la miseria acariciándome las entrañas meciéndome como si de mí se compadeciera Mi Dolor me abrazaba y yo temía que fuera por favor un soliloquio del sueño más lejano y no más; suplicaba pero mi Dolor me acariciaba con ambas manos y pies y piernas y lengua que no hubiera más dedos que levantar en pos de la resurrección del extraño cuerpo roto que mis ojos preferían ser extraídos antes de volverse locos, de volverse ebrios de una locura ebria de haber palpado con la pupila entera lo más sombrío del alma de la mujer desnuda del alma de la mujer que no tiene nada haber tocado su rostro helado haber tocado, el Vacío. De permanecer sin querer, de sentir ser contorneado mínimamente por el aire entre las pequeñas sombras y no querer nada, de saberse en la vigilia como haber sido escupido por el mismísimo cielo que respira de memorias en espera de que se adhiera tu carne a la tierra y que sin embargo te mantenga aún adormecido anestesiado extraviado de sí regocijandote en su memoria mísma de ardor continuo, que huelo me parece un mar extinto sofocado por el lado táctil del invierno goteando entre los huesos; mi Dolor así me abrazaba mi Dolor todo mío vuelto raíces no me lo decía como yo quisiera no me nombraba por mano propia por su habito de existencia perpetua pero ¿Cómo no me trepo de mis labios y me arranco los dientes uno por uno cómo no me subo a mis ojos y los arranco uno por uno cómo no grito hasta perder la voz para siempre para nunca, y quedarme con la palabra en el pecho de toda Soledad durante los años a venir de los peces ciegos enredados entre los múltiples mares del vientre resignado? Yo adherí su palma a la mía mi Dolor no me lo decía pero yo sabía diecisiete horas para una mañana de infinitud de remordimiento inmóvil lejano de irse, el espasmo cristalino la travesía que no fue, lo húmedo en la ausencia del amor que tenía cuando por tus pies corría un aliento de ternura y aquel otro del rumor sombrío latente a viva voz en el silencio de mi cuerpo solo podía darme una única visión: Me aferraba a la piel helada, al canto etéreo sin plumas para regocijarse, ardía mi todo como la asfixia de la ausencia entre los seres, y me vi como gritando muda el no poder ni soportar el ya no dar más, me vi como Yo Me Abrazaba al Cadáver de mi Hermano. hasta dormirme sobre su pecho. Y permanecer así para siempre.

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