viernes, 26 de noviembre de 2010

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( Escucha al niñito que te habla dormido dale un amparo perpetuo en tu memoria, construye con tus lagrimas un lago para beberlo al filo de la noche, construye con tu dolor que ha sido desde entonces como una lengua arraigada a tu alma una cuna para recostar la imagen de su cuerpito mudo, para dar las últimas caricias a la piel helada al final del día, de cada día, cuando sientas a la muerte atardecer y descender sobre los huesos a la espera entre las risas que no están, dale un lugar entre tu piel para que encuentre que su cadáver permanezca cómodo, conserva en tu garganta la mas pálida angustia como una red de tristeza que lo contenga siempre, dale la ofrenda de tu cuerpo entero porque ya tu alma obsérvala como agoniza y se deteriora, clama en silencio ser arrancada vestigio por vestigio, ya nada le queda para dar a nadie doblégala en el llanto, y déjala que se consuma hasta que pueda dar un último aliento, y recaiga finalmente todo lamento de oscuro sufrimiento arrastrado consigo, en la lúgubre infancia destrozada y latente, aún tibia, entre las manos
de tu Hermano.
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