viernes, 3 de septiembre de 2010

No lo sé.

Y la verdad es que nada de esto ha sido nunca para una buena causa común (digo), causa conjunta digamos, causa alguna más perfectamente dicho ninguna. No podrías ni desvanecerte en el aire por el solo y simple hecho de siquiera palpar la usencia hablando tanto del acá como del allá bien dentro de si desvistiéndose la piel de a pedazos como quitándose un vacio y volviendo a depositarlo en el mismo lugar, volviendo a la consciencia loca totalmente loca de saberse así tan desnuda y que sin embargo no la mire nadie de nadie y salga uno de uno en sí y se observe como a un espejo que le repugna, pero que de repente sea el ojo propio el que este hecho de vidrio de aire de nada del otro lado y del otro también; que no quede palma alguna para entibiar esta ausencia para acariciar este ser de llanto fértil este llanto de miedo ajeno que es del espejo que no es ajeno que uno no sabe si es uno o es el espejo (o es uno realmente, o es el espejo) uno no sabe si es acaso algo que vive o algo que ha muerto ya repetidas veces quizás, porque el vacio es la más insoportable anestesia entre las células donde se hunde el alma y a uno poco le interesa nada porque no sabe nada de nada y yo puedo decir por ejemplo que ahora en este momento preciso No tengo Nada. Y sé que he de no tener nada siempre, nada de nada, nada nada nada nada (deténgase a sentirlo); solo queda la anestesia, queda. El alma hundida y yo (míreme y tóqueme) y sabrá a sentido forzado de palma congelada (que). Me he quedado completamente pasmada.

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