sábado, 1 de octubre de 2011

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Sí, sí lo viste. Lo viste bastante amarillo cuando entraste en esa sala y estaba tendido sin ropa sobre la camilla, sí lo viste. Lo viste y te acercaste y acariciaste su pancita tibia, que estaba todavía blanda porque lo moviste para ver si se despertaba y sí todavía estaba blanda. Sí lo viste porque acariciaste su pelito y sentiste la profundidad de la herida en la parte superior de su cabeza, ese agujerito que tocaste, ese que después te miraste la mano y te quedaste con su sangre entre los dedos. Sí lo viste porque detrás de la imagen de su cuerpito veías el piso con dos grandes manchas rojas y no entendías. Pero sí lo viste. Lo viste y prestaste especial atención a su carita adormecida, su frente limpia, la quemadura en la mejilla, bajo los labios, sus dientecitos asomando casi como si quisiera sonreírse. Y así lo miraste, lo miraste tanto tiempo con su manito entre tus manos llena de rasguños, de tierra, de juego, de tanta infancia y tanto amor, que te costó soltarlo cuando lo cubrieron de pies a cabeza. Sí lo viste porque lo acompañaste bien al lado mientras lo trasladaban de una sala a la otra. Y sí pasó porque te fuiste por los pasillos fríos y claros del hospital y te subiste al auto, y en eso no pensabas pero llegaste a tu casa y buscaste su ropita. Sí, subiste las escaleras y caminaste hasta su cajón, su pieza todavía estaba tal como la había dejado con las sábanas dadas vueltas y la ropa de ayer desordenada, entraba una luz clara por la ventana , y elegiste la remerita que vos le regalaste porque a él le gustaba, tanto le gustaba que elegiste esa, y la camisita que usaba para salir, el jean que le quedaba más cómodo, las zapatillas más nuevas, todo todo y volviste al auto, al hospital. Sí lo viste porque lo destapaban lentamente y lo mirabas bien, cada facción, cada gesto de su rostro al aire y veías su naricita, sus párpados entreabiertos, su cuerpito enfriándose al llanto de unas seis personas que lo vistieron con vos. Sí lo viste porque le pusiste su pantaloncito y las medias, porque ayudaste a acomodarle la remera, porque le ataste el cordón de la zapatilla en su pie derecho porque lo miraste de nuevo y te pidieron que salieras y ahí estaba tu mamá tan desarmada, ella que no quiso hacer lo que hiciste, que no quiso vestirlo una última vez, ella estaba ahí más desarmada que vos a pesar de dónde venías. Y sí lo viste, lo viste porque lo llevaron de nuevo y cuando entraste a ese lugar tan colmado de gente te acercaste y ahí estaba, al fondo de todo, al fondo de todos ahí estaba, a pesar de de su frío y más allá de su cuerpo tan estático su vientre tan de piedra su carita siempre suave, ahí estaba y todavía parecía que dormía, parecía que iba a despertar en cualquier momento, que iba a abrir los ojos y si lo viste porque lo esperabas; esperabas a que se moviera, esperabas un mínimo gesto de sus manos, una voz dormida de sus labios, esperabas que volviera a decirte que no te asustes, que él estaba bien, que no iba a volver nunca más pero esperabas que se despertara y te dijera al menos que te amaba. Sí, sí lo viste, hasta que se hizo de día te quedaste mirándolo, apretando su manito, observando las cosas que le dejaron, su pelota de tenis, un par de cubiertos para el asado, flores muchas flores cientos de flores ahí dentro, en las paredes, en cada mano, y de repente alrededor estaba lleno de nenitos, nenitos como él, lo viste porque te diste vuelta y eran sus amigos que ahí estaban y lloraban y le decían Adiós y entonces no entendías porque vos también llorabas, con el pecho desgarrado y la garganta rota de tanto silencio, con un dolor a flor de piel que te quemaba hasta los huesos, con la cabeza cayéndosete de a pedazos y ni te dabas cuenta . No entendías nada, pero lo viste, sí lo viste todo es cierto ahí estaba, estaba el auto, las zapatillas, la sangre, sé que todavía no entendes nada pero creelo porque sí lo viste, Porque todavía te distraes y te perdes en el aire y ya lo ves, lo ves ahí de nuevo, su cuerpito, su carita, su silencio, la ropita, sus manitos, tu caricia, lastimado, amarillento, frío, sobre todo frío y ahí lo ves, Ahí estaba, el auto, las zapatillas, la bicicleta, la sangre, la huella, la frenada, los testigos, los amigos, tu madre, tu padre y una persona que sentada frente a un juez decía:

“Yo no lo quise matar.”






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