sábado, 2 de octubre de 2010

Smells so human

Dormirme sobre las cosas de las que he sido y necesitar nada más. El tiempo que paso en la piel equivale al ansia del destierro la espera del exilio el grito de toda jaula por caer en huesos rota sabe quién donde y no importa de qué. Migrar por lo que ha estado debajo hasta la colisión temprana de un ser que ha despertado antes de tiempo que se ha anochecido sin conocer la mañana blanca (decimos) deberíamos encontrarnos exhaustos de tanto mantener la espalda erguida y dirigir la mirada hacia adelante sin saber ni mínimamente de las cosas de la tierra de sus latidos a media noche cuando las cosas que no se ven se hacen presentes en el silencio nocturno son pequeños insectos que nos comen poco a poco y nadie sabe, nadie lo sabe porque si se supiera, la espalda se cae, la mirada desesperada y frenética, el cuerpo se cae todo se cae y entonces se comienza realmente a sentir. Que hablamos de jaulas. Hablamos de nidos y pozos y de las voces que escucho a paso sonámbulo en el respiro entrecortado, Aseguro hay alguien aquí que Canta que me dice ¿Y qué es de las almas y dónde se duermen y dónde se extienden al aire y se envuelven de sí para salir de este mundo y ver a las gotas como caen y se desprenden desde su corazón que yo no? He podido ver que no veo nada que me encuentro petrificada dependiendo de las visiones que el mundo propone porque mi sangre no puede derramarse más allá sobre lo que no se puede tocar y yo necesito. Necesito la media marea el polo opuesto la cornisa en la sombra. Necesito poder anhelar desde el óculo vívido el reflejo alargado hasta entreverarse en el camino así como pertenecer de manera mística (quiero decir) por el flujo del mito intuitivo sosegado por el avance histérico a esto que no se es pero saber que se está. (Hoy vivimos pero) el tal mañana no tiene ojos porque nos serán comidos, consumados como velas al paso que dure el fuego que ahogue el tiempo en todo esto que llamamos eternidad (¿Qué llamamos cómo? ¿Qué cómo? ¿Qué hemos dicho, qué?) Que dijimos tener guerra que es tener sed que es designarnos por detrás del cerebro a manera de actuar por mano invisible el natural oficio del suicidio; Dijimos tener lo necesario para revolcarnos sobre el vidrio creyéndonos desnudos totalmente desnudos a la hora justa del primer sol merodeando en las entrañas del cuerpo elemental que nunca fuimos, terminamos suspendidos en la muerte de la tierra con los ojos a modo de órbita con un silencio desmayado entero a flor de piel y deslizamos el índice por el pecho y creemos que ya no hay nada que nunca hubo nada que probablemente: Nunca fuimos ni seremos ningún cuerpo en sí (de hecho).
No nos importa.